Las madres urgidas por dinero salen a trabajar.
Desesperadas por alimentar bocas.
Compran ropa.
Venden ropa.
Porque las familias en Perú necesitan ropa.
Porque llegó el invierno,
Porque los niños crecen.
Porque se necesita abrigo
Comida
Dinero.
No tiran piedras.
No marchan.
No asaltan.
No están rompiendo puertas
para saquear tiendas.
Dejan a sus niños
Quién sabe en manos de quién
Se van a una zona cerrada
Gamarra
Donde usualmente
decenas de miles de personas
Iban a comprar ropa.
Se instalan en los alrededores
Pero la prensa las llama
“informales de Gamarra”.
Porque bueno
Los cajones de sastre
De la prensa
Tienen pocas palabras
Y les encanta poner etiquetas fáciles.
Es ropa de Gamarra
O ropa de los campos feriales de Grau?
No sé
Solo sé que Gamarra está enrejada
Y no permiten el ingreso
De nadie
Pero
Como no conocen
Dicen lo fácil
Ropa de Gamarra
Como están en la calle
Cerca a Gamarra
Suman informales
Y sale: “informales de Gamarra”.
Mezclan todo.
Y le quitan peso a todo.
A los problemas de los confeccionistas
que quieren retirar sus máquinas
a las y los inquilinos y propietarios
de las caras, costosas,
tiendas
que están en las galerías
de Gamarra.
Con “informales de Gamarra”
Los silencian
Silencian sus problemas
Sin darse cuenta, claro.
La ministra de Producción nos dice a los peruanos: compren por internet, que les llegue la mercadería por “delivery”.
Conoce poco.
Su equipo conoce poco.
La comida es una necesidad básica.
El vestido también.
Las mamás desesperadas se mezclan
Llegan de varios puntos de Lima
Llegan al imán de las calles
De La Victoria
Ubican a quien comprarle ropa
Ubican su punto en el suelo
Esperan a otras madres que llegan a comprar
Para vender en sus barrios
O qué se han movilizado
Para conseguir ropa que en sus casas necesitan.
Vivimos condenados a
una economía “clandestina”
Abierta a los ojos de todos.
Quieren ganarse el pan
Piden un lugar en buenas condiciones
No roban
Pero la fuerza de la ley
Les arranca sus bolsas con mercadería
La prensa
Las tilda de irresponsables
Y se arma un diálogo de sordos
Las madres lloran
Sus hijos lloran
Las personas en sus casas que ven
el espectáculo
No entienden nada
Cómo es posible que no respeten la cuarentena
Se jalan los pelos
Esto no parará nunca
Se deprimen
Se angustian
Piensan que no saldrán
nunca
más
de sus casas
O ellos
O ellas
O sus padres ancianos
Si partiéramos por reconocer
El país que vivimos
Habríamos ya montado espacios en los barrios,
Entrenado a las personas en las medidas de bioseguridad en para realizar comercio por mayor y por menor.
Ya, hace semanas, se habría reconocido
Que no se abrirá Gamarra para la actividad
Ni Mesa Redonda
Ni Wilson
Ni las Malvinas
Y promovido que los empresarios ahí instalados
cambien de plaza
alquilen garajes, salas puerta a calle
y atiendan a los clientes de su vecindario.
Pero es más fácil
etiquetar
qué pensar.
Y es más fácil claro
hablar de e-comerce
y delivery
desde una torre
instalada en San Isidro.