Rolando Loncon
Tuve una extraña sensación
de haber contraído una deuda, un compromiso
un impulso como insomnio
se presentó como revelación.
Algo así como si todo el pesar
del fondo monetario internacional
entrara en un billete, en una moneda
o apenas tan solo un presentimiento.
Es mejor dormir pienso o digo,
y antes del alba veo con preocupación,
surge un objeto tintineando
en un hondo pozo de sábanas.
Despierto asustado
con el canto de un gallo imaginario,
mientras demoro en separar los parpados
distingo claramente una moneda.
Un chelín, una libra
un florín, un denario
un talento
un zahir.
De tal manera revelado,
me es dado el origen
a la vez se muestra el universo
dentro, se contiene el quid de la deuda.
Caigo en la cuenta que
por más de cuatro lustros me sigue el gravamen
no existe Caronte ni ofrenda
que la pueda indultar.
La deuda me digo,
al tiempo que tanteo en los bolsillos,
billetes o monedas
deberé ir al templo, a esa inexorable fortaleza.
Imagino aquella gran torre,
apenas rozada con la mirada,
rodeada de vastos jardines,
oteo hacia ella los senderos,
el camino, la vía.
Una suerte de murmullo morisco,
pienso en praderas, templos y ruinas del futuro
hay un susurro de multitud
que se ahoga en un laberinto,
un lugar que se asemeja a un útero
templado en cúpula de reflejos
Entre estantes, gabinetes, catálogos,
industria más contemporánea que decimonónica,
Borges espera por mí.en ese instante recuerdo la deuda.